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miércoles, 26 de diciembre de 2007

Un mito romántico del atletismo: Jesse Owens

Por el color de su piel no podía viajar en la parte delantera del autobús. Tampoco ser un invitado de honor en la Casa Blanca durante la presidencia de Franklin Delano Roosevelt. Pero su grandeza deportiva opacó todas las miserias humanas al ubicar su nombre entre los mejores atletas de la historia.Jesse Owens nació el 12 de septiembre de 1913 en Oakville, Alabama.

A la edad de nueve años sus padres Henry y Emma Owens se trasladaron junto a sus otros 10 hijos a la ciudad de Cleveland, Ohio.

Owens comenzó a demostrar sus habilidades atléticas siendo un estudiante de Secundaria en el Instituto Técnico de Cleveland, donde rompió el récord mundial de salto de longitud para estudiantes con una marca de 7.55 metros y empató el registro del orbe en 100 metros lisos con tiempo de 10.4.

Varias universidades quisieron firmarlo, pero el joven deportista eligió a la Universidad Estatal de Ohio después que dicho centro académico le aseguró un trabajo a su padre, logrando la estabilidad económica familiar.

Durante su etapa universitaria ganó ocho campeonatos de la Asociación Atlética Nacional, cuatro de ellos en 1935 y los otros en 1936.El récord de cuatro preseas doradas sólo ha sido igualado por Xavier Carter en el 2006.

Su mayor hazaña en la NCAA la logró en un lapso de 45 minutos el 25 de mayo de 1935 en la Big Ten Conferencia, en Michigan, donde estableció cuatro marcas mundiales de salto de longitud (8.13), 220 yardas (201 metros), 200 lisos (20.3) y 220 yardas con vallas (22.6), convirtiéndose en el primer atleta en bajar de los 23 segundos.

La gesta de 1935 es considerada una de las grandes proezas del atletismo.

Owens integró el equipo de Estados Unidos que viajó a Berlín, Alemania, para participar en los Juegos Olímpicos de 1936.

Adolfo Hitler y la propaganda nazi utilizó dichos juegos para promover el concepto de la superioridad de la raza aria, mostrando a los de origen africano como personas inferiores y llamándolos “los bastardos de Renania”.

Owens destruyó esa mentira. Ganó cuatro medallas de oro. El 3 de agosto conquistó los 100 metros ñisos superando a Ralph Melcafe; el 4 de agosto derrotó al alemán Luz Long en salto de longitud; el 5 de agosto lo hizo en 200 metros lisos y por último el 9 de agosto sumó su cuarta medalla de oro junto a la cuarteta de relevo 4×100 metros lisos.

Esta marca de cuatro medallas de oro en olimpiadas no fue igualada hasta los Juegos de Los Angeles en 1984, cuando su compatriota Carl Lewis sumó igual número de preseas.

El primer dia, Hitler aplaudió solamente las victorias de Alemania. Los directivos del Comité Olímpico le sugirieron que ovacionara a todos los medallistas o que no lo hiciera con ninguno. Hitler optó por la segunda opción y no se presentó en las siguientes entregas de medallas.

Después de los Juegos, el atleta estadounidense tuvo muchos problemas en su propio país y luego se convirtió en promotor deportivo.

Owens fue premiado por el presidente Gerard Ford con la Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos en 1976, y a título póstumo, recibió la Medalla de Oro del Congreso por George Bush, el 28 de marzo de 1990.

En 1994, una calle de Berlín se bautizó con su nombre, el igual que una escuela secundaria en Lichtenberg.

Murió a los 66 años, el 31 de marzo de 1980, en Tucson, Arizona. Sus restos descansan en el cementerio Oak Woods de Chicago.

A la hora de mencionar a las más grandes figuras del atletismo mundial no pueden faltar los nombres de Carl Lewis, Michael Johnson, Edwin Moses, Jackie Joyner Kersee y la sensacional Florence Griffith Joyner.

Pero es imposible olvidar al atleta que lanzó al universo en los Juegos Olímpicos de 1936 un grito antirracial, para convertirse en un mito romántico en la historia del deporte: Jesse Owens.

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